En el año 2007, Belarmino Elgueta (1921-2007), un destacado intelectual y parlamentario socialista, publicó un extenso libro bajo el título Socialismo chileno: una herencia yacente (1). La tesis central del libro, representada en esa original y sugerente expresión “herencia yacente”, afirma que el legado del socialismo chileno se encuentra huérfano de un/a heredero/a que lo reclame y reivindique para sí, no solo de manera simbólica sino de forma concreta, material, a partir de lo que realmente es ese legado.
El socialismo chileno, desde sus primeras expresiones en el siglo XIX y luego en el XX (Partido Socialista, Partido Socialista de Magallanes, Partido Obrero Socialista (POS), entre otras), fue configurando una originalidad difícil de asimilar a alguna de las grandes corrientes de la izquierda mundial y latinoamericana. La fundación del PS en 1933, a través de la fusión de cuatro grupos previamente existentes, constituyó un hito en el proceso de perfilamiento original del socialismo chileno.
Con la afirmación de su autonomía internacional y nacional, su heterodoxia teórica y su concepción amplia del sujeto popular (trabajadores manuales e intelectuales), el nuevo PS tomó distancia de las concepciones comunistas consagradas; definió un ideario demasiado revolucionario y anticapitalista como para asimilarse a la socialdemocracia; y, aunque tuvo genes ácratas, no desconfió tanto del Estado como los anarquistas y le atribuyó a este una virtud igualadora capaz de generar bienestar para las clases trabajadoras y la sociedad en general. Por último, fue demasiado ideológico como para asimilarse a las corrientes nacional-populistas que proliferaron en América Latina, si bien se identificó con la idea de un decidido latinoamericanismo.
En definitiva, entre la experiencia de la República Socialista de 1932, su declaración de principios de 1933, el programa de 1947, la reafirmación de la autonomía internacional y de crítica a los “socialismos reales” de González y Ampuero, y la cristalización en Salvador Allende de una original vía chilena al socialismo, se consolidó un pensamiento y una práctica imposible de asimilar a las principales corrientes en que se bifurcó la izquierda mundial en el siglo XX.
¿Cuál fue esta originalidad teórica y práctica del socialismo chileno?
La alquimia consistió en definir un proyecto que no renunciaba ni a la democracia ni al socialismo. El camino democrático por el que se optó no implicaba el abandono de objetivos de transformación estructural de la sociedad. La tensión crítica con el capitalismo se mantuvo siempre en pie.
De este modo el socialismo chileno se configuró como demasiado radical en sus fines en comparación con la socialdemocracia y demasiado heterodoxo en sus vías para el cambio social, como para emparentarse con la estrategia de asalto leninista al poder.
Belarmino Elgueta identifica dos falsas salidas que se le presentaron al socialismo chileno que, dada su singularidad, carecía de un timón teórico externo y exploraba nuevos territorios teóricos y políticos con una cartografía insuficiente y, por lo mismo, caminaba siempre en medio de presiones para moverse por caminos teórico-políticos más conocidos y menos riesgosos.
Estas falsas salidas eran, por un lado, asimilarse al “marxismo leninismo”, camino que intentó el PS a comienzos de los 60 hasta bien entrados los 80, o bien a una “renovación socialista” (de la cual fue crítico, aunque participó desde cerca de ella) que terminara concluyendo en una identidad socialdemócrata tibia, despojada de los aspectos de más radicalidad propios de su original identidad.
La idea de la “herencia yacente” también alcanza a la figura de Allende y al allendismo. Buena parte de los socialistas encapsularon a Allende en su gesto final, indudablemente heroico, pero no asumieron con igual rigor la radical singularidad de la vía chilena al socialismo, tanto en sus formas políticas (la construcción del pueblo como un sujeto político, avanzar por las vías institucionales y electorales, fortalecer las organizaciones sociales, desarrollar una propuesta cultural) como en sus objetivos transformadores que desafiaban y desarmaban la estructura del poder oligárquico en Chile.
La gran paradoja del PS chileno actual es que pareciera vivir inmerso en una cultura que reivindica y recuerda un pasado que fue de luchas por objetivos radicales y que nos legó el ejemplo de inolvidables mártires, con una práctica que se parece poco o nada a esa historia que se atesora y reivindica. De esta forma, no termina de asimilarse a un socialiberalismo sin complejos (aunque algunos de sus personeros sí) ni tampoco intenta revivir en el presente la originalidad y radicalidad intelectual y política del socialismo chileno.
La “herencia yacente” permanece allí, por tanto, y bien puede ser asumida por otras fuerzas políticas de izquierda. El Frente Amplio se definió en su fundación como una fuerza socialista y puede encontrar en esta historia y originalidad un punto de inspiración para ir construyendo su identidad. Tampoco se trata de repetir la historia, el presente trae muchas cosas nuevas que no son parte de ese pasado, pero ese pasado contiene un aporte de imaginación y originalidad que sigue vigente. Y que sigue constituyendo una herencia yacente.
(1) Socialismo chileno: una herencia yacente se publicó originalmente en 2007 en México y fue reeditado en Chile por Tiempo Robado Editoras.
Santiago, abril de 2025.