Luis Herrera / En diálogo con el artículo «Para renovar la concepción del socialismo en el siglo XXI» de Guy Bajoit

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En este artículo, Luis Herrera abre un diálogo crítico con la tercera parte de un ensayo de Guy Bajoit, publicado recientemente por el Portal Socialista (ver sección Política-Cambiar el mundo) que consta de 3 partes: “¿Cómo renovar la democracia política?”, “Renovar el desarrollo” y “Para renovar la concepción del socialismo en el siglo XXI”. El debate está abierto. Invitamos a participar.

A través de un análisis histórico, Guy Bajoit realiza un diagnóstico detallado de la crisis del socialismo tradicional y vincula el fenómeno a la transformación del capitalismo industrial en capitalismo neoliberal. Esa transformación estructural provocaría la gradual emergencia de nuevas clases sociales (oligarquía plutocrática y consumidores endeudados) y, en paralelo, la pérdida de visibilidad (y protagonismo) del tradicional proletariado, en la medida que las estructuras principales de dominación se van desplazando de los medios de producción a las áreas del consumo y las finanzas. Este enfoque subraya la importancia global de los cambios económicos y culturales, cuyos efectos cuantitativos y cualitativos debilitaron progresivamente al movimiento obrero y sus organizaciones.

En contraste con otros modelos opuestos y fracasados (como el capitalismo liberal o el socialismo autoritario), Bajoit utiliza el ejemplo de la socialdemocracia escandinava para ilustrar la alternativa de un “socialismo exitoso”, uno que equilibraría los conceptos de libertad e igualdad. Apoyado en algunos datos macroeconómicos argumenta que este modelo logró mejoras tangibles en calidad de vida, y sin sacrificar la democracia.

La actual fragmentación de las luchas sociales (en lo que se han denominado “causas identitarias”, como el feminismo, ecologismo, derechos indígenas, etc.), es vista como un desafío, pero también como una oportunidad para integrar demandas diversas bajo un proyecto común, reconociendo la importancia de la dignidad y la autonomía individual en el siglo XXI. Para ello, Bajoit propone un «movimiento social cívico» que busque unificar estas causas bajo un paraguas colectivo que él llama “civismo”.

Finalmente, propone reemplazar las huelgas laborales por boicots y «huelgas de consumo», con uso extensivo de redes sociales y tecnología para coordinar acciones masivas, reflejando una adaptación a la nueva realidad neoliberal, donde el verdadero poder reside en el consumo y las finanzas.

Sin duda, Bajoit contribuye en forma lúcida al análisis de las limitaciones del socialismo tradicional (¿dónde está el proletariado hoy?), sin embargo, el autor atribuye la crisis del socialismo casi exclusivamente a cambios que le son ajenos (mutaciones estructurales del capitalismo), ignorando otros factores más internos como el frecuente abandono de principios socialistas por parte de sus liderazgos, la ola global de burocratización de los sindicatos o el anquilosamiento ideológico en las corrientes de pensamiento analítico que guían a los partidos de izquierda.

Aunque el éxito de la socialdemocracia escandinava es innegable, Bajoit omite mencionar sus limitaciones: dependencia histórica de recursos naturales, homogeneidad cultural y desafíos recientes como el auge de la derecha en la región nórdica. Tampoco hace referencia a la contradicción entre su objetivo éxito inicial y las nuevas demandas socioeconómicas que este mismo genera (por ejemplo, la pirámide etaria distorsionada por el incremento en la esperanza de vida versus la reducción proporcional de la base contribuyente). Por otra parte, omite analizar su plausible aplicabilidad en países con economías informales, desigualdades estructurales o sistemas políticos frágiles (como en América Latina o África), lo que limita su propuesta a contextos específicos eurocéntricos.

Si bien reconoce la incidencia del individualismo (que promueve la competencia y la fragmentación), como un producto del neoliberalismo, no explica cómo reconciliar su impacto en la organización colectiva que propone (que requiere solidaridad).

La propuesta de boicots masivos y presión digital es teóricamente atractiva, pero subestima el poder de las corporaciones para manipular demandas, la dependencia de los consumidores a bienes esenciales (por ejemplo, medicamentos y tecnología), y la asimetría de recursos entre activistas y oligopolios. Además, no existen por el momento ejemplos exitosos de este tipo de acciones a gran escala.

Bajoit define el civismo como el «socialismo del siglo XXI», pero no precisa cómo este se traduce en políticas concretas. ¿Se trata de reformas fiscales, regulación ambiental, o derechos sociales ampliados? La vaguedad del término dificulta su operacionalización y podría diluir la identidad del movimiento.

Aunque critica la globalización neoliberal, no aborda cómo contrarrestar instituciones, como el FMI o la OMC, que imponen políticas de austeridad y libre mercado. Tampoco menciona alianzas internacionales o la necesidad de reformar la gobernanza global, limitando su enfoque al ámbito nacional.

El documento de Guy Bajoit propone ideas valiosas para la renovación socialista, como integrar nuevas luchas sociales y adaptar tácticas de resistencia al contexto neoliberal. Sin embargo, su análisis peca de optimismo al idealizar el modelo escandinavo y subestimar obstáculos estructurales (poder corporativo, individualismo, globalización). Para ser efectiva, su propuesta requeriría una estrategia más detallada que combine presión ciudadana, reformas institucionales y alianzas globales, reconociendo la complejidad de transformar sistemas económicos arraigados.

En el caso de Chile, este desafío resulta oportuno para un partido progresista joven como el Frente Amplio, que se encuentra discutiendo los elementos centrales de su programa estratégico y aspira a refinar sus conceptos ideológicos básicos a través de un Congreso Ideológico a realizarse en un futuro muy próximo.


*Luis Herrera es economista, chileno-finlandés, exdiplomático finlandés y actual miembro de la Dirección Regional del Territorio Internacional del Frente Amplio.

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