Sin permiso / Darran Anderson / Netflix degrada nuestra política: «Adolescence no es un documental»

1 Min de Lectura

En la década de 1850, Gustave Flaubert inició un experimento que repercutiría en la cultura hasta nuestros días. Se preguntaba qué pasaría si alguien viviera su vida a la manera de los libros que lee. La novela resultante, Madame Bovary, fue una sensación y un escándalo. La novela narra la vida de Emma Bovary, esposa de un médico rural, en la ficticia población de Yonville-l’Abbaye. Es ávida lectora de novelas populares, que le inspiran para intentar trascender su tibia existencia burguesa. Las aventuras resultantes resultan ruinosas. A diferencia del Romanticismo, Emma no es virtuosa, pero tampoco es antipática. Su trayectoria y sus imperativos no encajan fácilmente en un cuento moral aleccionador. Al fin y al cabo, ella se creía sencillamente lo que leía, y eso termina por quemar su vida, y la de su marido, hasta los cimientos.

La indignación fue inmediata. Flaubert acabó en los tribunales por obscenidad. Su delito fue rechazar el idealismo, mostrar la vida en su desnudez vergonzosa y seductora. Pero terminó absuelto, porque la sociedad que captó tan perspicazmente era más culpable que él.

[Continuar leyendo en sinpermiso.info]

Comparte este artículo
No hay comentarios

Haz clic aquí para cancelar la respuesta.

Salir de la versión móvil