Se dice que Goethe, en uno de sus arrebatos, expelió la frase “zapatero a tus zapatos”, mirando con desprecio a su interlocutor y con la clara intención de decir “no se entrometa en aquello que desconoce y ocúpese sólo de lo que conoce”, “pastelero a tus pasteles”. Opinión hostil, tan propia de quienes hacen valer su predominio intelectual, moral, ético, en infinidad de sitios donde abunda la diversidad entre quienes sobreviven en la desdicha, sin oportunidades. Los artesanos, a mediados del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX, hicieron añicos tal predicamento.
Baste recordar a nuestros padres, abuelos, vecinos, comentando la valía de este maestro barrial. Apreciado por su entrañable disposición y sabiduría humana, sus talleres eran reconocidos como espacios de ayuda mutua.
El zapatero remendón fue uno de estos personajes que asumió en tiempos nebulosos el rol de militante efectivo de una causa que propiciaba una sociedad justa, solidaria, librepensadora que prevaleciera por sobre un modelo de sociedad basada en la explotación del hombre por el hombre. Un sinfín de historias de vida, lecturas o testimonios se refieren a estos maestros. Se habla de 5.500 años de vigencia, otros más audaces apuestan por cientos de miles, incluso hay quienes insinúan que pies de tribus aparecidas en la película 2001 Odisea del Espacio estaban protegidos con un artefacto semejante a una babucha.
Protegió las extremidades de cultivadores, ganaderos, pescadores, campesinos, caminantes, infantes, con materiales de cuero, cortezas, trozos de maderas resistentes o cáñamos extraídos del cannabis sativa.
Comentario recurrente: lleve sus escarpines donde “el mago en el arte de cortar tacones, coser y pegar parches”; noble oficio que traslucía su figura mediante la brillantez de zapatos remozados expuestos en sus estanterías. Atesoramos la imagen de un maestro sentado frente a un taburete con la horma de madera colocada en una de sus piernas y, en su mano contraria, el martillo ajustando la pieza de cuero, antes de coser el cerquillo. Ambas manos protegidas por la manopla, su pecho y piernas resguardados por el mandil. Ante sí, una pequeña mesa con el burro para el clavado o asentado del zapato. Aquella estampa de trato íntimo y sincero con sus clientes era imagen de un personaje confiable para quienes observaban con atención sus faenas, en extendida y animada conversación. Incluso instaló un banquillo ubicado al costado de su centro de operaciones para los que esperaban la remienda.
Reconocido perito, culto, distinguido gran lector y orador, sus alocuciones tejían pensamiento y observación hilvanados con relatos, mixtura de historias leídas o narraciones de comarcas que nutrieron su imaginario e ideario político y social. Confiable, responsable, amable; en ocasiones confidente, casi en el rol de sanador o cuidador de la mente, sensato en sus opiniones.
Está en la memoria aquella estampa y aquel trato íntimo que existía entre el zapatero sentado en una silla bajita mientras atendía a quienes, también sentados en la banqueta, esperaban la compostura de sus zapatos en animada conversación. El zapatero remendón se convertía en intelectual y filósofo heterodoxo para los trabajadores, un portavoz del pueblo llano, apareciendo con frecuencia como personaje en historias cosmopolitas.
La residencia del zapatero, junto con su taller, se ubicaba en la bifurcación de calles o cercana al acceso de conventillos o cités, simple decisión estratégica y comercial que le hacía posible percatarse de los acontecimientos cotidianos. Pese a la encrucijada vivida por estos artesanos en la puesta en obra de la Revolución Industrial, mantuvieron su bonhomía, oficio e ideario.
Un historiador de la revolución alemana de 1848 aseveró que “no era simple coincidencia que los zapateros tuviesen un papel preponderante en las actividades del pueblo”. El prestigio del zapatero imprimía una imagen que hoy llamaríamos “de rebeldía” . En el siglo XIX, los zapateros fueron reconocidos por su elocuente compromiso sociopolítico. Militantes activos en asuntos propios y en corrientes proclives al socialismo libertario.
Zapateros ácratas acompañaron las andanzas revolucionarias en la Comuna de París, los afanes prerrevolucionarios de Lenin, e la revolución de los girasoles de Hungría, la huelga portuaria de Valparaíso. También acompañaron a relegados a zonas aisladas por el dictador del momento, participaron en las discusiones que antecedieron la fundación del Partido Socialista, visionarios anarcosindicalistas y cercanos a poetas, a mujeres librepensadoras y a un joven inquieto por el malestar obrero, la ausencia de escuelas y salud familiar.
*Fernando Díaz Herrera es profesor universitario, teatrista, educador popular y militante del Frente Amplio de Puerto Montt. Este texto corresponde al Preludio de un libro próximo publicar.